sábado, 20 de septiembre de 2008

Primer capítulo del primer borrador

Aquí les dejo el primer capítulo de mi MEP (Manuscrito en Progreso) Si tienen tiempo, léanlo y me dicen que les pareció!

Deseo Mortal

Capítulo Uno

La habitación estaba sumida en la oscuridad. Sin embargo; Faith entró. Todo el lugar apestaba a humedad y ella tuvo que cubrirse la nariz para no vomitar. Los ojos de Faith no estaban acostumbrados a los lugares oscuros, pero eso no la detuvo en lo más mínimo. No era capaz de ver nada; ni siquiera la luna que brillaba afuera lograba echar un manto de luz a aquel tétrico lugar.
Hacía frío allí adentro y el cuerpo de Faith comenzó a tiritar. Estaba descalza. Lo más extraño era que ni siquiera podía recordar lo que le había sucedido a sus zapatos. Pero ese era, sin lugar a dudas, el menor de sus problemas. El dilema real, el más grande era descubrir que demonios estaba haciendo ella en aquel lugar.
De repente, una sensación de pánico inexplicable se apoderó de la poca cordura que le quedaba. El lugar parecía estar completamente vacío; la oscuridad reinante y el silencio desolador le indicaban que así era, sin embargo percibió su presencia.
Se quedó inmóvil y su respiración se detuvo por un instante; quiso correr pero sus piernas no le respondían. Salir de aquella habitación y correr sin detenerse era todo lo que deseaba en ese momento; pero algo se lo impedía. Una fuerza invisible parecía querer retenerla en aquel lugar.
-¿Quién está ahí?- le pareció extraña hasta su propia voz.
Nadie respondió, pero su corazón saltó dentro de su pecho cuando un aliento tibio y húmedo le rozó el cuello.
Faith dio un respingo y corrió hacia la ventana. Quiso gritar pero su garganta se había cerrado. Intentó en vano abrirla; el maldito pestillo estaba demasiado apretado y sus dedos temblorosos de poco le servían.
No escuchó sus pasos pero supo que estaba justo detrás de ella. Desistió de escaparse por aquella ventana. Estaba atrapada y ni siquiera sabía quien era su captor. Cerró los ojos y tragó saliva. En aquellas circunstancias le quedaba solo una cosa por hacer; juntó sus manos, entrelazó los delgados dedos que continuaban temblando y comenzó a rezar.
No supo si pasaron varios minutos o tan solo unos pocos segundos, pero sabía que continuaba allí; detrás de ella, respirando junto a su oreja.
Finalmente se atrevió a abrir sus ojos y la poca luz que ahora entraba a través de los cristales le permitió vislumbrar su reflejo. No alcanzó a ver completamente su rostro, su mirada se vio arrastrada inmediatamente hacia los ojos de aquella figura alta que la contemplaba fijamente.
Fuego; aquellos ojos verdes parecían despedir llamaradas de fuego a través de sus pupilas y por un momento, Faith tuvo que apartar la mirada para no sucumbir a su poder hipnótico.
Cuando ella se dio vuelta, la figura se apartó y volvió a sumirse en la oscuridad. Lo buscó y aunque no lograba verlo, sabía que continuaba allí.
-¿Quién eres?- avanzó hacía el centro de la habitación a ciegas- ¿Qué estoy haciendo aquí?
Por alguna inexplicable razón, el terror que segundos antes la había paralizado comenzó a disminuir. Ignoraba a que se estaba enfrentando, pero al parecer no corría peligro. Si aquel ser hubiese querido hacerle daño ya se lo habría hecho. Había tenido la oportunidad de hacerlo si esa era realmente su intención.
Extendió los brazos, y los movió hacia ambos lados, buscándolo en medio de las sombras.
-¿Qué quieres de mí?
Se arrepintió de hacer aquella pregunta en el mismo instante de haberla formulado.
La figura emergió de la oscuridad nuevamente y clavó sus ojos verde fuego en los suyos. Un escalofrío subió y bajó vertiginosamente por la espalda de Faith cuando vio su mano acercándose a su rostro.
Retrocedió, pero aquella mano seguía acercándose peligrosamente a ella. Entonces cuando esa piel áspera y caliente rozó su mejilla; Faith respiró hondo y gritó con todas sus fuerzas, dejando que aquel grito que salía de su garganta seca se estrellara contra el silencio del lugar.

#

-¡Faith! ¡Faith!
Unos brazos la sostenían con fuerza mientras ella solo intentaba liberarse de aquella trampa de carne y hueso.
-¡Suéltame!- su pequeño cuerpo se retorcía hacia un lado y hacia el otro pero aún así aquellos brazos no la soltaban.
-¡Faith, despierta!
Faith dejó de moverse. Reconoció de inmediato su voz. Se tranquilizó pero continuaba con los ojos cerrados. Temía abrirlos y encontrarse todavía en aquella sombría habitación.
Entonces cuando él la abrazó Faith supo que el peligro ya había pasado; que solamente se trataba de la misma pesadilla que la venía atormentando desde hacía ya varias noches.
Apoyó la cabeza en su hombro y se aferró a su espalda con fuerza. No quería que la soltara; solo quería quedarse entre sus brazos hasta que aquellas imágenes que volvían a su mente desaparecieran de una buena vez.
-Ya pasó, cariño- Mitch le acarició el cabello con movimientos suaves, sabía que aquello le ayudaba a relajarse- Solo fue un mal sueño.
Faith asintió con un leve movimiento de cabeza. No era la primera vez que despertaba en medio de la noche con el miedo instalado en el cuerpo; con la sensación de que de alguna manera su vida corría peligro. Se apartó y trató de sonreír. Mitch tenía razón; no era más que un mal sueño, algo que desaparecía apenas abría sus ojos. Aún así, no podía evitar sentirse asustada.
-Es bueno despertar de una pesadilla y ver que estás a mi lado- pasó sus dedos por el mentón de Mitch. El pelo suave de su barba poseía un efecto balsámico. Alzó la vista y se detuvo en aquellos ojos azules que la miraban con ternura.
-Sabes bien que si fuera por mí, despertaría a tu lado todas las mañanas…
Faith se separó con un movimiento rápido y se sentó en su lugar de la cama con las piernas flexionadas.
- No quiero que toquemos ese asunto nuevamente- intentó no sonar severa- Al menos no ahora.
Mitch lanzó un suspiro y se recostó a su lado.
- Creo que tienes razón- dio un vistazo a su reloj- No es un buen tema para tratar a las dos y cuarto de la madrugada.
Faith sabía que estaba enojado; cada vez que surgía el tema de la convivencia terminaban de aquella manera. Él, molesto y ella demasiado incómoda. Tan incómoda que luego le daba hasta pena mirarlo a los ojos.
Faith se mordió el labio inferior y rozó el brazo de Mitch. Él permaneció en silencio, absorto en sus propios pensamientos. No le gustaba verlo así; prefería que le recriminara y le gritara; podía soportar todo. Todo, menos su silencio.
Lentamente su mano comenzó a subir hasta detenerse sobre su pecho. Entonces Mitch la miró y el enojo que le provocaba cada vez que ella eludía el tema de vivir juntos se evaporó de inmediato.
Faith le sonrió y Mitch comprendió que su sonrisa de dientes perfectamente blancos valía más que cualquier riña que pudieran tener. Ya tendría tiempo para convencerla que vivir juntos era la mejor de las opciones.
La asió de la cintura y la colocó encima de él. Rápidamente el calor de su cuerpo pequeño encendió cada poro de su piel y la riña dio paso a la pasión.
Faith buscó sus labios con ganas y se retorció de placer cuando Mitch metió una mano debajo de su camiseta. Emitió un gemido ronco cuando sus dedos entraron en contacto con la parte más sensible de sus senos. Faith abandonó la boca de Mitch para dedicarse a explorar su cuello. Adoraba enterrar sus labios en la mata de cabello rubio ondulado que caía sobre su nuca desordenadamente.
Faith estaba entretenida mordiendo la oreja de Mitch cuando creyó escuchar el teléfono. Mitch se movió debajo de ella y entonces supo que efectivamente, el maldito teléfono si había sonado. De mala gana se movió para permitir que Mitch respondiera.
-Diga- su respiración estaba todavía agitada.
Faith se recostó sobre su pecho y estudió la expresión en su rostro. No eran buenas noticias; lo supo de inmediato. Trató de escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo pero solo captaba palabras sueltas. Las pocas que oyó fueron suficientes.
- Ha habido otro asesinato, ¿verdad?- preguntó ni bien Mitch dio por terminada la conversación.
Mitch se pasó la mano por la cabeza y lanzó un bufido.
-Hace una hora encontraron el cuerpo de un hombre en un callejón de Chelsea- miró los ojos curiosos de Faith- Al parecer se trata de un traficante; alguien que la policía estaba investigando por tráfico de drogas en la frontera con Canadá.
Faith asintió. En su trabajo como reportera le había tocado cubrir el primer asesinato. Se trataba de una prostituta que también fue hallada muerta en un callejón en las afueras de Harlem. Pero lo más extraño del caso, era la posible causa de la muerte. No había sido estrangulada; ni baleada. Tampoco había sido apuñalada y no presentaba golpes ni contusiones. Su cuerpo había aparecido tirado en uno de los tantos callejones de suburbios de Harlem y nadie podía explicarse de que manera había muerto aquella mujer. Se le hicieron todos los exámenes posibles y los forenses habían llegado a la conclusión de que simplemente su corazón había dejado de latir de manera repentina. Aún así, la policía trató su muerte como un homicidio debido a la posición del cuerpo cuando fue hallado. La mujer estaba boca arriba con los brazos extendidos por encima de la cabeza y las piernas completamente abiertas hacia ambos lados del cuerpo. Pero lo más siniestro fue, sin dudas la expresión de su rostro. Sus ojos, ya vacíos y opacos estaban desmesuradamente abiertos al igual que su boca. Una expresión de terror estaba instalada en su rostro; perpetuando así el último instante de su vida.
Faith recordó entonces el título que le había dado a su artículo. Morir de miedo. Eso era exactamente lo que aquella imagen grotesca le trasmitía. Debía reconocer que ver a aquella mujer había sido bastante perturbador, sin embargo ella se había presentado en la escena del crimen para cumplir con su trabajo y se había marchado del lugar con la sensación de que algo más allá de la lógica estaba sucediendo. Se lo había comentado a Mitch esa misma noche, pero volvió a argumentarle por enésima vez que su mente demasiado abierta le estaba haciendo ver cosas extrañas donde no las había.
Deberías dejar de escribir para esa revista de pacotilla, dedicar tu talento a cosas más serias. Lo odiaba cuando Mitch se lo decía. Faith sabía de sobra que él consideraba que su trabajo podía calificarse de cualquier cosa menos de serio. Sin embargo ella se sentía orgullosa de escribir para New Vision, la mejor revista de Nueva York que se encargaba de cubrir los hechos insólitos e inexplicables que nadie más se animaba a publicar. Mitch podría despotricar contra eso, pero ella amaba su trabajo y no lo dejaría, no importaba cuanto él le insistiera para que lo hiciera.
Mitch frunció el ceño cuando vio que Faith saltaba de la cama en dirección al cuarto de baño.
-¿Qué estás haciendo?- era casi estúpido formular semejante pregunta, conociéndola como la conocía sabía que lo acompañaría.
-Sabes muy bien lo que hago, cariño- se dio media vuelta y lo miró antes de entrar el baño- Estaré lista en unos minutos.
-Es tarde…
Faith apuntó su dedo índice hacia él.
-¡Ni se te ocurra marcharte sin mi!
Mitch no dijo nada. Se quedó observando durante unos segundos la puerta del baño.
Maldición. Siempre se salía con la suya.
#

Hacía frío, a pesar de que la primavera ya había llegado, aquellos primeros días de Abril aún guardaban vestigios del pasado invierno. Como era de esperarse una multitud de curiosos ya se había presentado en el lugar. Solo una cinta policíaca y un par de agentes impedían que se acercaran demasiado a la escena del crimen.
Sebastian se bajó de su auto y se unió a la multitud, se perdería en medio de la gente y así nadie notaría su presencia. Era la segunda vez que lo hacía; se las había ingeniado para estar presente en la escena del primer crimen y ahora estaba completamente seguro de que los asesinatos no se detendrían. Logró colarse hasta la parte delantera entre un hombre gordo y un par de prostitutas con sus cuerpos apenas cubiertos a las cuales poco parecía importarles el frío de aquella noche. Observó que había dos patrullas estacionadas en ambas bocas del callejón. Un experto forense estaba ocupándose del cuerpo de la víctima mientras un fotógrafo registraba cada detalle con su cámara. Las luces de los patrulleros dibujaban extrañas formas contra los muros de ladrillos haciendo más siniestra toda la escena.
Un tercer vehiculo irrumpió a través de la entrada norte. Un hombre vestido con unos pantalones oscuros y una pesada chaqueta se bajó por el lado del conductor. Segundos después la puerta del acompañante se abrió y entonces la vio. Era ella nuevamente.
La mujer más hermosa que jamás había visto. Llevaba unos pantalones ceñidos y un suéter color rosa con el cuello levantado. La observó correr detrás del hombre al que acompañaba con una libreta en una mano y un bolígrafo en la otra. Sebastian fijó su mirada en la mata de cabello oscuro que se balanceaba sobre su espalda a medida que corría a través del callejón. Cuando por fin se detuvo, a una prudente distancia pudo observar con más detenimiento su rostro. La luz de la luna la golpeaba de lleno y logró ver con claridad cada ángulo de su cara. Su piel era tan blanca como la luna que la iluminaba en aquel momento; no le fue posible percibir el color de sus ojos a aquella distancia pero si pudo distinguir unas pestañas largas y abundantes. Sintió curiosidad entonces de descubrir que se ocultaba detrás de ellas. Siguió su recorrido; tenía una nariz pequeña y una boca de labios gruesos y rojos. Cautivadores, hechos para dar placer.
Notó que hablaba con su acompañante con cierta familiaridad y se preguntó que clase de relación tendría con aquel hombre que ahora se encontraba en cuclillas a un lado del cadáver. Lo había acompañado también a la escena del primer crimen, cargando religiosamente su pequeña libreta y su bolígrafo.
Sebastian continuaba observándola; como si el resto de la gente a su alrededor hubiera desaparecido; como si el mundo se hubiera detenido en el preciso instante en que posó sus ojos sobre ella. El murmullo de los curiosos que seguían amontonándose en el lugar lo devolvió a la realidad.
Volvió a mezclarse entre la multitud pero sin apartar la mirada de aquella mujer a la cual no conocía y con la que sin embargo compartía una extraña conexión. Cuando finalmente la tuvo más cerca, pero todavía a cierta distancia a causa del cordón policial y los agentes que se empeñaban en empujarlos hacia atrás, percibió en su rostro claras señas de consternación.
Ella estaba en silencio mientras apuntaba cosas en su libreta. Observaba con atención al hombre que había llegado con ella y Sebastian supo entonces que se trataba de un detective. Su placa de metal se balanceaba sobre su pecho por debajo de la chaqueta entreabierta.
También notó la preocupación y el desconcierto en su rostro cansado. Sin dudas se estaban enfrentando a un enigma difícil de comprender.
Un enigma que había comenzado ciento cincuenta años atrás y que solamente un hombre como Sebastian O’Neil podía descifrar.

No se olviden que todavía queda una semana más para participar en el sorteo de Pasado Imperfecto! Dejen su comentario y mucha suerte!

3 comentarios:

Bego dijo...

No tenía tiempo, pero me engancho desde el principio.

Andrea dijo...

Que bueno que te haya enganchado, bego! Gracias por pasarte y leerlo!

Besos

Andrea

Anonymous dijo...

¡Qué inicio, xD!
me ha puesto los pelos de punta.
quiero leer más.


CARLOTA

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