viernes, 31 de octubre de 2008

Para asustarse un poco...



Para festejar El día de brujas les dejo un microrelato que escribí hace un par de años...

Espero que guste o que asuste ;-)

Penélope

Se quedó de pie junto a la acera, con la mirada clavada en la vieja casona de los Debussy. Sabía que estaba a punto de cometer una locura, tal vez la más estúpida de su vida. Sin embargo, estaba en juego no solo su reputación sino los cien dólares que había apostado con sus amigos la noche anterior.
Debes entrar a la casa y encender la luz de la habitación que está en la planta alta.
El plan no resultaba demasiado complicado; solo era cuestión de olvidarse por unos momentos que aquella casa tenía la fama de estar habitada por el fantasma de su antigua dueña; una joven mujer que se había suicidado dos días antes de su boda al descubrir que su prometido había muerto en un accidente.
Todos en el pueblo conocían esa historia y ahora él, Brendan Carter osaba traspasar el umbral de aquella vieja casa para satisfacer el morbo de sus molestos amigos.
Respiró hondo y se acercó, subió los cinco escalones que conducían al umbral y tomando coraje asió con fuerza la manija oxidada. Cerró los ojos y rezó para que la puerta no se abriera pero cuando escuchó el clic de la manija cediendo, comprendió que de nada servía ponerse a rezar.
Ya estaba allí, ahora solo le restaba completar el resto de su misión. La más difícil, la más tenebrosa. Debía hacerlo rápido, terminar con aquella pesadilla lo antes posible y demostrarle a sus amigos que él no tenía miedo.
Entró en el gran salón y la puerta se cerró detrás de él bruscamente. Su corazón se detuvo.
¡Diablos! ¿A quién quería engañar? ¡Estaba aterrado hasta los pies!
Miró a su alrededor. No había más que oscuridad y telas de arañas colgando de los techos y las paredes. Se acercó a la escalera y cuando puso un pie en el primer peldaño sintió una ráfaga de viento gélido contra su nuca. Como si alguien hubiera respirado contra su cuello haciendo que su sangre se helara.
Apretó con fuerza la barandilla, los nudillos se volvieron completamente blancos debido a la presión de sus dedos contra la madera.
Debía seguir, ya era tarde para detenerse. No podía salir corriendo y darles el placer a sus amigos de perder aquella apuesta.
Subió los escalones, uno a uno. Parecía que una especie de halo frío lo rodeaba, guiando sus pasos, envolviéndolo bajo su manta tétrica. Debilitando la pulsación de sus latidos, enfriando la sangre en sus venas.
Ni siquiera se dio cuenta que ya había llegado a su destino. En un abrir y cerrar de ojos la puerta de la habitación de Penélope Debussy estaba frente a él completamente abierta; esperando por él.
Estaba a oscuras, como el resto de la casa. Sin embargo, cuando él entró, la habitación se iluminó por completo. No había polvo, no había telas de araña, ni manchas de humedad. Era como si aquel lugar nunca hubiera estado deshabitado, como si su dueña nunca se hubiera marchado… como si aún siguiera con vida.
Era imposible y él lo sabía. Penélope había muerto hacía más de veinticinco años, pero parecía que no había pasado un solo día desde que se había ahorcado en aquella misma habitación.
La puerta se cerró de golpe. El cuerpo de Brendan se tensó. Aquello no le gustaba; no le gustaba para nada. Si era una broma de sus amigos para hacerle perder la apuesta, se las tendrían que ver con él apenas pusiera un pie fuera de aquella maldita casa.
De repente una fragancia floral inundó la habitación; el frío lentamente comenzó a desaparecer hasta sumir todo el lugar en una nube cálida pero húmeda.
Él estaba de pie junto a la puerta, sus piernas parecían haberse clavado al piso de madera. No podía moverse, podía incluso sentir la presión de una mano sujetando su brazo.
Fue entonces que finalmente la vio.
Allí, junto a él, sosteniendo ahora su mano mientras le sonreía.
Era bella, una belleza que había sabido perdurar a pesar de los años, a pesar de la muerte.
Brendan se quedó inmóvil, el terror que minaba cada espacio de su cuerpo desapareció de repente, desde el mismo instante que la vio.
Se dejó llevar cuando ella lo condujo hasta la cama y no opuso resistencia cuando hizo que se sentara a su lado.
Ella no le decía nada, simplemente lo miraba embelesada y le sonreía.
Tomó la mano de Brendan con fuerza y respiró hondo.
Por fin, le habló.
Sabía que regresarías… nuestro destino siempre ha sido estar juntos
Brendan ni siquiera intentó soltarse.
No entiendo lo que quieres decir
Entonces ella tomó un pequeño camafeo que colgaba de su cuello y se lo entregó.
Ábrelo…
Brendan sostuvo la pequeña joya entre sus manos temblorosas y la abrió con cuidado, como si tuviera temor de que se rompiese. Sabía que allí dentro se encontraba la respuesta de aquel misterio.
Y no estaba equivocado.
El pequeño camafeo contenía una foto; la foto del hombre que Penélope había amado desde que había sido una niña y al que siguió amando aún después de su muerte.
Brendan sintió que cada músculo de su cuerpo comenzaba a paralizarse; un sudor helado caía sobre su frente, pero extrañamente ya no tenía frío.
Se quedó allí, sosteniendo con una mano el camafeo y con la otra apretaba fuertemente la mano de Penélope.
Has regresado y ya nadie va a separarnos…
Brendan sabía que aquello era real… tan real como que era su propia foto la que aquel camafeo había ocultado durante más de veinticinco años…

Fin

2 comentarios:

McDolmar dijo...

Buen relato para este día tan especial de Halloween, enhorabuena por el relato, como siempre buena narrativa ;-)

BSISSSSSSSSSS
DOLORS

Andrea dijo...

Gracias Dolores, que bueno que te haya gustado. Escribir historias de miedo o misterio es para mi como volver a mis primeros años en el mundo de la escritura, ya que primero comencé con cuentos de miedo antes de volcarme para el lado de la novela romántica.
Besitos
Andrea

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