sábado, 12 de junio de 2010

Tips para autores: Hoy; la inspiración.


Las influencias y la inspiración

La lectura por placer y la lectura de investigación; el concepto de inspiración adaptado al mundo real.



La búsqueda de información por diversos medios es esencial para dotar de realismo los textos del escritor; la creatividad, para dotarlos del ingrediente de ficción que haga interesante la obra literaria; aun hay otro elemento, de naturaleza sumamente discutida, que permite al escritor captar el momento preciso en que se suscita una idea aprovechable para la literatura. Este último elemento es la inspiración.
Los griegos personificaron la inspiración en ciertas diosas que guiaban a los artistas en la elaboración de sus obras —no sólo de las literarias—: las musas. En aquella época como ahora, los escritores han estado dominados por tres elementos básicos: la información de que disponen —sea esta información proveniente de investigación, de contacto con personas que la brinden, o de la experiencia personal del autor—, la inspiración y la técnica que permite crear una obra literaria en base a los dos aspectos anteriores.
Aunque siempre ha habido quien refute la existencia de la inspiración, nosotros consideramos como verídica la conjunción de ciertos factores que literalmente inspiran al autor una idea específica. La inspiración es, pues, una reacción que se produce en la mente del escritor cuando es estimulada por un hecho, un pensamiento o una sensación inmediatamente reconocibles como factibles de ser retratados en la obra literaria.
La inspiración es para muchos escritores el componente principal de la trilogía; sin embargo, es imposible traducir en una obra de calidad literaria un elemento inspirador si no se cuenta al menos con la técnica suficiente para hacerlo. Tampoco los otros dos elementos, la información y la técnica, pueden trabajar por separado: la información separada de la técnica y de la inspiración sólo produce un texto informativo; y la técnica separada de la información y de la inspiración sólo producirá un conjunto de frases ortográfica y gramaticalmente correctas, pero vacías de toda validez literaria.
Es normal que la inspiración no sólo provenga de la experiencia cotidiana del escritor, sino de la lectura de otros autores. Obviamente, un escritor tenderá a leer obras de autores cuyos estilos tengan puntos coincidentes entre sí y, eventualmente, con el suyo propio. Esto es porque en esos puntos coincidentes está la orientación de su obra. Cuando un escritor encuentra y aprecia los puntos coincidentes en la lectura de los autores que le sirven de orientación, y modifica de alguna manera su estilo tendiendo hacia los estilos que le han impresionado, hablamos de influencia.
Se ha discutido mucho sobre si el escritor debe o no dejarse influir por otros autores. Lo cierto es que de alguna manera es imposible elaborar una obra literaria completamente separada de la influencia de alguno de los millones de escritores que han poblado antes el inmenso territorio de la literatura. En su famoso Decálogo del perfecto cuentista, el maestro Horacio Quiroga da sus reglas personales para el joven e incipiente escritor. Transcribimos las que se corresponden con el tema que comentamos en este capítulo:

«I. Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov— como en Dios mismo».
«III. Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia».
«IX. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino».

Quiroga destruye aquí —son las palabras de un genio de la narrativa— la suposición general de que la influencia por sí misma es perjudicial para el desarrollo de la propia obra, y añade al concepto general de inspiración la técnica necesaria para que la misma sirva como fuente generadora de obras literarias.
El escritor experimentado puede equilibrar, en la mayoría de los casos, el peso que en la obra tienen los elementos inspiradores y la influencia que otros autores han ejercido sobre él. Este equilibrio viene dado, justamente, por el dominio de los aspectos técnicos de la literatura que absorbe el escritor con la práctica constante de su arte.
Y es que en general la literatura es, como todas las artes, el producto del equilibrio entre todos los elementos que participan de ella. El escritor debe trabajar pacientemente en el aprendizaje de la técnica, en el cultivo de la inspiración, en la obtención de los datos que hagan verídico lo que deba ser verídico y realista lo ficticio, y en el acto de domar la potente influencia que los otros autores puedan ejercer sobre él.

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