miércoles, 27 de octubre de 2010

Primera escena entre Lizzie y Bryce


Les dejo un fragmento de la novela que está en pleno proceso de creación en estos momentos, El secreto de Lizzie, como anuncié en el título se trata del primer encuentro entre Lizzie y Bryce :)

***

Le pagó al taxista y se bajó del auto. Se acomodó la falda para asegurarse que estuviera en su sitio y dejó escapar un suspiro. El edificio que tenía frente a ella constaba de diez plantas; sobre un enorme letrero en granito apostado a unos pocos metros de la entrada principal se podía leer Bannister Corporation.
Se acomodó un par de mechones de cabello detrás de la oreja, se lo había recogido en un sobrio rodete en lo alto de la cabeza para dar una imagen más formal. También había decidido llevar un discreto conjunto de falda y chaqueta color negro sobre una camisa blanca. Su atuendo de empresaria seria se completaba con unos zapatos de medio tacón y un pequeño bolso de cuero gris oscuro que colgaba de su hombro, el cual había tenido que comprar porque no estaba acostumbrada a usarlos, en su mano derecha llevaba una carpeta en donde había puesto fotografías de los trabajos que habían realizado durante los tres años que ella y Dylan llevaban dirigiendo Green Heaven.
Respiró profundo y volvió a mirar su reloj, tenía cita a las cinco y media, aún era temprano pero no importaba, los nervios y la ansiedad la habían sacado de la habitación del hotel antes de lo previsto.
Comenzó a caminar hacia el edificio; vio que había algunos vehículos estacionados a un costado y unos cuantos más, en la calle. No sería sencillo conseguir el trabajo pero no pensaba marcharse de allí con una respuesta negativa. Había esperado dos meses para tener aquella oportunidad y si estaba en sus manos, no la iba a desperdiciar. Llegar hasta Greg Bannister era casi imposible y Lizzie sabía que quedarse con el contrato para remodelar su mansión, era la única posibilidad que tenía de conocer al hombre que había sido amante de su madre veinte años atrás.
Iba tan absorta en sus propios pensamientos que dio un salto cuando un auto pasó junto a ella a toda velocidad. Se quedó inmóvil; tenía el corazón en la garganta y le temblaban las piernas.
¡Por Dios! ¿Acaso aquel sujeto estaba loco? Había pasado tan cerca de ella que Lizzie creyó que había estado a punto de rozarla con su auto. Observó el vehículo detenerse bruscamente en un rincón del estacionamiento y cuando pudo recobrar la compostura, se dirigió hacia allí para reclamarle al conductor por su imprudencia.
Atravesó el lugar, decidida. Ningún imbécil que además no sabía conducir iba a ponerla de mal humor aquella tarde. Al acercarse se dio cuenta que se trataba de un reluciente Porsche color azul oscuro.
Perfecto, seguramente se trata de uno de esos millonarios engreídos que se siente superior a los demás porque maneja un auto de lujo, pensó Lizzie.
Se plantó detrás del Porsche y esperó a que su dueño se dignara a bajar.
Lo primero que vio fueron unas piernas musculosas enfundadas en unos pantalones de mezclilla y cuando el sujeto se bajó del auto, Lizzie se quedó completamente atontada.
Era uno de los ejemplares masculinos más apuestos que había visto en su vida; no es que hubiera tenido la fortuna de ver muchos, pero sin dudas, aquel hombre tenía un magnetismo especial.
Llevaba una chaqueta marrón. No era muy elegante pero igualmente le daba un toque bastante formal y una camisa celeste con un par de botones desprendidos.
Entonces el desconocido notó por fin su presencia y se acercó a ella. Lizzie experimentó un hormigueo en la base de la nuca. ¿Por qué demonios se sentía de aquella manera? Fue incapaz de articular una palabra cuando él se paró delante de ella y la miró de arriba abajo.
La estudió minuciosamente; con descaro y Lizzie se sintió un objeto en exhibición. Un intenso calor se expandió por su cuerpo y podía jurar que tenía las mejillas rojas.
¿Quién se creía aquel sujeto que era ella para que estuviera mirándola de esa manera?

*

Bryce sonrió complacido. La mujercita que tenía enfrente era una preciosidad; cuando la vio parada allí, detrás de su auto había notado la expresión furibunda en su rostro pero ahora que se había acercado, pudo comprobar que estaba un poco… ¿acalorada?
La contempló sin ningún miramiento; cuando una mujer le impactaba, y aquella lo había hecho, le gustaba recrearse la vista.
Vestía demasiado formal, pero ese detalle no le quitaba un ápice de belleza. Su cabello, recogido en un rodete, era del color del sol cuando se ocultaba en el horizonte; su rostro era una total delicia; de forma redondeada y pómulos perfectos. Una boca de labios carnosos que en ese preciso momento se movían inquietos y ojos grandes de una tonalidad azulada que si continuaba viéndolos seguramente se habría perdido en ellos. Cuando prosiguió con su escrutinio, se encontró con un cuerpo menudo; de silueta armoniosa y curvas, más que deseables. ¿De dónde había salido aquella belleza? Era la primera vez que la veía y anhelaba que no fuera la última.
Bryce se recostó en el capó de su Porsche; ladeó la cabeza y le sonrió.
La inspección ocular ya había terminado pero Lizzie seguía sintiéndose sumamente incómoda, pero aun así, no pudo evitar observarlo con disimulo mientras él se cruzaba de brazos. Se había quedado prendada de su sonrisa y del color de sus ojos que le hicieron pensar en un tentador chocolate. Podía sentir su corazón latir a un ritmo más rápido de lo normal. ¿Acaso estaba sucediendo? El momento que ella creía que nunca llegaría… ¿sería justamente aquel? Nunca se había enamorado y siempre había estado convencida que bastaba solo una mirada para caer en las redes del amor.
Una primera mirada… un aleteo burbujeante en el estómago y un calor intenso recorriéndola de pies a cabeza; eso era exactamente lo que estaba experimentando en ese momento con aquel hombre. No podía ser… ni siquiera le conocía.
-¿Te conozco?
Lizzie, quien estaba demasiado inmersa en sus pensamientos, se sobresaltó al escucharlo, su voz era profunda y aterciopelada; parecía que le estaba susurrando. Se volvió a estremecer.
¡Aquello tenía que acabar! No estaba siendo racional. Había ido a exigirle a aquel hombre que casi la hubiera atropellado y ahora apenas podía pensar con claridad.
-No… no me conoce –respondió ella por fin cuando pudo hablar; hizo una pausa y reunió el coraje necesario para reclamarle por su imprudencia-. ¡Pero estuvo a punto de pasarme por encima con su auto! ¿Acaso no se fija por donde va? –le increpó alzando el tono de su voz.
Bryce entornó los ojos; parecía que la adorable mujercita tenía su temperamento.
-Lo lamento, pero llevaba prisa. –Bryce reprimió las ganas de reír; la verdad que aquel era un espectáculo digno de verse. La muchacha sujetaba un pequeño bolso con fuerza contra su estómago, pudo notar como los nudillos de sus dedos se tornaban blancos; la carpeta que llevaba en la otra mano parecía que iba a caérsele de un momento a otro; pero lo más delicioso era la rabia instalada en su rostro. Las mejillas se habían teñido de rojo, había fruncido el ceño y de sus ojos saltaban chispas; ni hablar de la boca que se había curvado hacia un costado, haciendo de toda ella algo realmente encantador.
-¿Y cuando lleva prisa no mira a su alrededor? ¡Pudo haberme atropellado, maldición! –bramó mientras perdía la poca paciencia que le quedaba.
Bryce sabía que ella tenía toda la razón del mundo en enfadarse. Su falta de prudencia no tenía perdón. Podía explicarle que estaba llegando tarde a su trabajo pero dudaba que ella entendiera.
-Te pido disculpas, no sé qué más decirte –respondió él encogiéndose de hombros.
Aquel gesto de su parte provocó que Lizzie se enfadara más, parecía que él le restaba importancia al hecho de que hubiese podido ocasionar una tragedia. Si se hubiera atrevido, le habría dado vuelta la cara de una bofetada.
-¡Es usted un… un patán! –le gritó Lizzie fuera de si mientras se le caía la carpeta de los bocetos al suelo.
-¡Y tú una chiquilla mimada!
Lizzie estuvo a punto de decirle algo pero prefirió quedarse callada, se agachó para recoger la carpeta y cuando se incorporó se encontró con aquel sujeto engreído casi encima de ella.
No supo que hacer o que decir. Él estaba demasiado cerca y su proximidad la aturdía. Lo miró a la cara y descubrió que tenía un lunar debajo del ojo izquierdo y otro junto a la oreja derecha. Además olía bien; una exótica mezcla que no pudo reconocer pero que embotó su mente por un instante.
Tenía que irse de allí. Aquella situación se le estaba yendo de las manos y odiaba cuando perdía el control sobre sí misma. Además, tenía una cita, la más importante de su vida.
Se apartó de él, apretó la carpeta y sin decir nada, atravesó el estacionamiento hacia el edificio.
Podía jurar que él continuaba mirándola de aquella manera que le erizaba la piel mientras se alejaba.

©Andrea Milano, Octubre 2010

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