martes, 4 de enero de 2011

Fragmento Embrujo de Luna

Aquí les dejo un fragmento de la novela que me encuentro escribiendo ahora, voy despacio, apenas unas 50 páginas, no solo porque al ser una novela de época debo documentarme sino porque debo atender otras obligaciones que ya les iré contando.

Pueden encontrar algún error ya que es el primer borrador pero igualmente quería compartir una escena de Embrujo de luna en la cual Selene y Henry se encuentran por primera vez.

Escena de capítulo 4

Henry jamás pensó que aquel improvisado paseo por la orilla del río Avon le daría la ocasión de toparse con una gitana, la cual parecía estar sumida en una especie de trance mientras realizaba algún hechizo, o peor aun, alguna maldición.

Le había pedido a John que se detuviera porque tenía ganas de estirar las piernas, y conforme se acercaba a la margen del río fue llegando hasta sus oídos el susurro de una inquietante voz femenina. No se detuvo ni retrocedió; continuó caminando como si hubiese sido hipnotizado por el suave tono de aquella voz que se mezclaba con el arrullo del agua.

Se escondió detrás de un árbol para no delatar su presencia; no quería interrumpirla, mucho menos que ella se asustara y saliera corriendo. Unos pocos metros lo separaban de la muchacha gitana. Ella se puso de pie de repente y los curiosos ojos de Henry se deleitaron con las formas curvilíneas que se adivinaban debajo de la amplia falda que llegaba hasta los tobillos femeninos. Tenía una cintura pequeña y el corsé que se ceñía a su torso le permitió percibir que también era dueña de unos pechos pequeños y turgentes. Todo aquello, combinado con una abundante cabellera roja llena de tirabuzones, hacía de ella un espectáculo digno de contemplar.

De repente, el silencio de la noche se quebró con el llanto lastimero de la gitana; Henry reprimió el deseo de correr hasta ella y confortarla entre sus brazos. ¿Por qué lloraba de esa manera?
Tuvo que moverse un poco hacia atrás por temor a ser descubierto cuando la gitana ladeó la cabeza; al hacerlo pisó una rama y cuando ella miró en la dirección donde estaba él, comprendió que ya no tenía caso seguir escondiéndose.

-¿Quién anda ahí? –preguntó Selene entre sollozos, dándose la vuelta.

Henry avanzó dos pasos, los suficientes para ser visto.

-Perdona, no quise asustarte. –Caminó hacia ella y cuando la tuvo enfrente quedó maravillado por el color de sus ojos. Estaban humedecidos por el llanto pero aun así pudo percibir que eran de una tonalidad violeta nunca antes vista.

Gitana de ojos salvajes, pensó mientras la contemplaba fijamente.

Selene retrocedió unos pasos ante la proximidad de aquel hombre. Había creído que tendría intimidad esa noche para llevar a cabo su hechizo, jamás contó con la inoportuna aparición de un extraño que además no dejaba de mirarla.

-¿Por qué llorabas? –quiso saber Henry al tiempo que sacaba un pañuelo del bolsillo de su pelliza para entregárselo.

Selene no le respondió, tampoco aceptó el pañuelo que tan amablemente él acababa de ofrecerle.

-Una muchacha tan bonita como tú no debería llorar de esa manera.

Selene observó el fino pañuelo de seda que aquel hombre sostenía en su mano, delante de su rostro. No supo por qué lo hizo, pero accedió a tomarlo y secó sus lágrimas.

Henry sonrió satisfecho.

-Mucho mejor.

Selene alzó la mirada y sus ojos estudiaron al desconocido. La luz que arrojaba la luna le daba de lleno en el rostro. Él le estaba sonriendo y unos perfectos dientes blancos se asomaban a través de sus labios. Tenía una nariz recta, un poco grande quizá pero debía reconocer que aquel rasgo le confería un atractivo peculiar. Sus ojos eran de un verde intenso y la estaban mirando de una manera que solo lograba inquietarla. Selene sabía que tendría que haber salido corriendo apenas él se acercó a ella, pero sus piernas se habían negado a responderle. Llevaba el cabello de un color castaño oscuro peinado hacia atrás y se rizaba a la altura de la nuca. Era alto, mucho más que ella ya que Selene debía alzar la cabeza para poder mirarle; tenía espaldas anchas y podía jurar sin temor a equivocarse que debajo de su ropa elegante, aquel extraño de quien ni siquiera conocía el nombre, era dueño de unos brazos fuertes y musculosos. Se sorprendió por el rumbo que habían tomado sus pensamientos.

Aquel sujeto bien podría ser un ladrón, o algo peor; cierto que vestía ropa cara y tenía toda la pinta de ser un noble o al menos un caballero pero Selene no podía saberlo. Lo mejor era salir de allí antes de averiguarlo.

Se miraron durante un instante a los ojos y cuando él extendió su brazo con la clara intención de tocarla; Selene huyó corriendo y se perdió en la espesura del bosque que rodeaba al río.

Henry intentó en vano alcanzarla pero la gitana desapareció sin dejar rastros. Se había esfumado cual ilusión; pero él sabía que aquel encuentro había sido real. Aún flotaba en el aire la esencia floral del cabello de la gitana. Respiró profundo en su afán de retener su olor todo el tiempo que fuera posible.

Deseaba volver a verla; no sabía quién era ni cómo se llamaba, pero aquella gitana de ojos salvajes lo había impresionado.

© Andrea Milano


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7 comentarios:

Chus Nevado dijo...

Tiene muy buena pinta, vaya que sí.

Alessia Christel dijo...

wao que bonito, me encanta

Romina dijo...

Lindo encuentro para los protagonistas. Pinta buena la historia. Suerte!

El Pantano de Fiona dijo...

esperando el libro asi estaremos!!!
un besote y segui escribiendo!

Judith dijo...

Que bonito en verdad !! muy tierno parece ser él ! me gusto mucho !

Nieves Hidalgo dijo...

Me ha encantado. Ese hombre tan apuesto y la gitana creo que pueden dar mucho argumento.
Y el título que has puesto es precioso.
Felicidades, siempre sorprendes con algo genial.

Muchos besos

Andrea Milano dijo...

Guapas, gracias por pasar y gracias por animarme a continuar con la historia :)
En este momento la historia de Henry y Selene está en espera porque estoy con la novela corta para Harlequín y un par de proyectos más pero ya la voy a continuar.
Nieves, guapísima,que bueno tenerte por aquí :)

Besazo a todas

Andrea

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